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Rusia y el veto a productos agrarios

Hace un par de días que Rusia ha decidido prohibir la importación de algunos productos agrícolas procedentes de otros estados que han hecho bloqueos y medidas de intervención frente a intereses rusos, en respuesta a la política que realiza en Ucrania. Como en toda noticia, del revuelo inicial a la frialdad y asentamiento de datos objetivos, hay un buen trecho, y más cuando los medios se limitan muchas veces a repetir datos de agencias.

Rusia y su realidad económica y social.
Comencemos hablando de lo que es la economía rusa y su realidad social: es un estado que tiene dos realidades tremendamente contrapuestas, por un lado tenemos las dos grandes ciudades como Moscú y San Petersburgo donde los niveles de vida son muy altos, aunque lo mismo sucede con el coste de la vida, pues alquilar una vivienda puede costarte perfectamente los 1.300 euros al cambio en una zona media de la ciudad. Por el otro lado tenemos a una inmensa mayoría de rusos que viven o dentro de una clase media que no acaba de pujar del todo, y una población de clase baja o muy baja, cuyas condiciones económicas (y me atrevo a decir que también de calidad de vida) distan mucho de la imagen del millonario ruso que gasta sin control en época estival.

Con estos puntos de partida también hemos de analizar qué es lo que se exporta a Rusia y qué importa. Rusia es mayoritariamente exportadora en materia agrícola de cereales, fundamentalmente trigo, pero también maíz. Dispone tierras muy ricas que apenas requieren cuidados, una larguísima tradición agraria en este sector herencia directa de la época soviética, y amplio dominio secular del cultivo. El destino de su producción se queda mayoritariamente en Europa, pero también hacia el mercado asiático como China o incluso India.

Las importaciones rusas, referidas a la Unión Europea u otros estados europeos se concentra fundamentalmente en productos hortícolas (frutas y verduras) así como carnes tipo cordero, lechazo y en menor medida vacuno. El sector lácteo tiene poca repercusión en el cómputo global, lo mismo que los huevos, que tampoco son significativos. En la dieta rusa tradicional, que es la mayoritaria en casi todos los hogares, no se contempla ni el cordero ni muchas hortalizas para nosotros clásicas. 

Quién consume los productos hortícolas europeos.
En mis visitas a Ucrania, país que se puede considerar homólogo a Rusia en cuanto a dieta y hábitos alimenticios, me sorprendió que los pimientos apenas tenían cultivo cuando el clima sí lo permitía, lo mismo que otras frutas cuyo mercado era directamente la importación desde España, cosa que se veía en todas las jaulas de frutas con etiquetado de Valencia, Murcia, Huesca, Girona, Almería...y eso de comprar sacos de naranjas para hacer zumo, olvídenlo, las naranjas y mandarinas son frutas prohibitivas reservadas para consumo en época invernal (navidad) y como delicatessen. Lo mismo que aquí la fruta de la pasión.

Los productos alimenticios básicos son patata, pepino, tomate, cebolla, rábanos, manzana, pera, ciruela, cereza y guinda, cereales en variedad mucho mayor que la leonesa, frutos y bayas de bosque como frambuesas o grosellas...es en definitiva una dieta adaptada completamente a su clima y suelos. Por el contrario, la tradicional lechuga, naranja, mandarina, paraguayos, albaricoques o albérchigos (que es como los llamamos los leoneses) son realmente raros de consumir en un hogar medio. Las naranjas, como otras frutas, se consumen mayoritariamente como zumos procedentes de concentrados y con altos niveles de azúcares, con frutas de Sudamérica o Asia, de sabor amargo y poco productivo en cuanto a zumos pero muy baratos de explotación.

En cuanto a carnes, el cordero es muy poco consumido, las ovejas se prefieren para la producción de lana o leche, quedando la carne en la mayoría de veces para el propio pastor. Las cabras también son poco explotadas ni siquiera para leche. Se opta por el vacuno o porcino, cuyo consumo es o bien mediante embutidos similares a las salchichas y chorizos nuestros, o cocinados por horas en largos procesos de cocinado. Es por tanto un mercado con unas características muy particulares que para nada son comparables a una dieta leonesa.

¿Por cuánto tiempo?
Al contrario de lo que sucede con los embargos de Europa, Estados Unidos, Japón y otros estados contra Rusia, el embargo ruso a productos hortícolas se limita a un año revisable posteriormente en función del clima político. Rusia no es el primer embargo que hace, lleva haciendo embargos a España o a otros estados de un modo disimulado desde el años 2000, de modo puntual y cortos en el tiempo, excusándose en cuestiones higiénicas, de salubridad, de posibles enfermedades, pero en el fondo solo es un arma de negociación de cara a otras cuestiones de más calado para el gobierno ruso como es el comercio del gas y cereales.

¿A qué responde este embargo?
La versión oficial es que es en respuesta a los embargos y aislamientos parciales que la comunidad internacional hace a Rusia por su postura con Ucrania y el conflicto bélico que mantiene allí abierto. Pero detrás de ello hay mucho más. Tengamos en cuenta que Rusia acaba de constituir su particular comunidad europea a la rusa, la Zona Euroasiática, formada por Rusia, Bielorrusia y Kazajistán. Y el pilar central sobre el que deben partir es el libre intercambio, o al menos con las menos trabas posibles, de mercancías entre estos estados. Y a imitación de la UE será en base a los bienes agrarios. Aquí el gran beneficiario sería Bielorrusia, que exporta la mitad de sus bienes a Rusia, un estado muy centrado en el sector primario. Rusia a cambio se garantizaría suministro a buen precio y control político sobre dos estados claves para ella. A esta suma podemos añadir algunos estados sudamericanos como Argentina, en bancarrota técnica desde hace días, Venezuela o Cuba, que podrían aportar azúcar, cacao, café y algunos cítricos a bajo precio a cambio de otros intercambios.

¿Es prolongable en el tiempo?
Perfectamente. Como digo, la sociedad rusa no tiene una dieta como la nuestra, y esas exportaciones eran minoritarias y perfectamente suplibles bien por otros países o bien por otros productos tradicionales. Se dice que las recientes visitas de Putin a algunos estados americanos tenían como meta el garantizar el suministro de productos agrícolas, pero ya decimos que por mucho que se importe, su mercado no es gran demandante de esos bienes. Su futuro dependerá de muchas decisiones políticas y otros factores ajenos a la agricultura o ganadería.

¿Afecta a la economía agraria?
Afecta en la medida de que es un potencial cliente que se pierde. Estamos hablando de que Rusia supone el 1,2% del total de exportaciones españolas en 2013, es decir, una fracción muy pequeña pero que para algunas empresas y productores pueden causar un cierto daño. Y si a eso sumamos que de ese 1,2% solo su cuarta parte es de productos agrarios, se comprende que su impacto es muy pequeño. Quizás suponga mayor impacto por ejemplo la intervención de bienes inmuebles de inversores rusos que todas las exportaciones españolas. Por ello será un revés para los que ya contaban con la venta en dicho país de productos clave ahora como son el melocotón y los paraguayos, pero no para el resto de productores. 

¿Afecta a la economía leonesa?
En cantidad ínfima, por no decir despreciable. Las mínimas exportaciones hacia Rusia han sido de transformados de carne como cecina, en cantidades muy pequeñas. El jamón serrano, como el de Guijuelo, tampoco suponía un mercado relevante, ni en general los ibéricos, en cierta medida por su fuerte sabor al que no están muy acostumbrados en los países del este europeo. Además no es precisamente barato, añadamos el factor transporte y el factor aduana, por lo que un kilo de cecina podría costar unos 60 euros el kilo, mientras que una pata de jamón de Guijuelo llegaría a los 300-400 euros sin dificultad.

¿Afecta a la economía rusa?
Afecta en la misma relación que al estado exportador. No le hace apenas daño y la sociedad rusa está muy acostumbrada a los desmanes del gobierno de Putin, que por otra parte goza de índices de popularidad cercanos al 80%. Cada nuevo embargo es explotado por el Kremlin en plan víctima de occidente y de Estados Unidos, que además controla la práctica totalidad de medios de comunicación, aparte de sus controles sobre redes sociales e incluso blogs particulares. todo fracaso tendrá un solo culpable, occidente, y todo éxito también, el gobierno de Putin. Por eso se cometerá un grave fallo que será perceptible a medio plazo, y es la escasísima modernización del campo ruso y sus bajos niveles de rendimientos. A pesar de contar con la mayor extensión de tierra del planeta y tener algunas de las mejores tierras negras del mundo junto con Ucrania, y una red de ríos que permitirían el riego sin problema alguno, su sistema productivo no ha superado los años 80 del siglo XX. 

Por ello, si la demanda sigue creciendo y las importaciones aumentando, el sistema productivo ruso no dará a basto en algunos productos, y las importaciones seguirán creciendo, generando graves déficits en su balanza comercial que repercutirán en el PIB global. Por ahora vive en su euforia por el gas y algunos yacimientos de petróleo así como sus abundantes recursos mineros, pero todos ellos sin control ambiental ni laboral alguno y con criterios de rendimiento ridículos en comparación con Estados o Unidos o Australia por ejemplo en el carbón. Solo salarios mínimos compensan esa situación, y los salarios mínimos se pueden explotar hasta un punto en que la gente se harte de vivir en el campo o en la mina y decidan emigrar a las ciudades, que es lo que están haciendo ahora. Rusia tiene el mayor descenso demográfico de Europa, no solo en tasa de natalidad sino también en emigración de gentes jóvenes a Europa o América.

¿Debe preocuparnos?
Debe preocuparnos como toda situación política o económica anómala que implique castigo o restricciones. Rusia las ha practicado ampliamente en el tiempo a sectores como el porcino, algunas hortalizas o la leche sin ir más lejos hace poco hacia Lituania. Siempre bajo la excusa de factores higiénicos o de calidad, cosa que es ridícula si conociéramos cómo se produce allí y con qué plaguicidas o insecticidas. El año pasado puso graves trabas a la leche y vacuno españolas con esas excusas. Puedo dar fe que el ganado vacuno por allí vive en muchas ocasiones en condiciones higiénicas inadmisibles aquí, por no hablar de cuánto de leche se bebe en un litro de allí y cuánto de agua añadida.

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