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La imposible vuelta al campo


Gay de Liébana, famoso economista por salir en el programa de televisión La Sexta Noche, es conocido por dar charlas magistrales acerca de la economía y de posibles salidas a la crisis. En Salamanca dijo que las administraciones deberían prestar más atención al sector agrario tras décadas de promover la migración hacia las ciudades.

Desde que comenzara la crisis, hubo bastantes voces que ponían como solución simplemente "volver al pueblo" y empezar a cultivar uno mismo los productos diarios. Incluso se ilustraba con experiencias de entes que tras sufrir profundamente las consecuencias de la crisis, decidían volver a sus pueblos de origen y comenzaban a vivir de su tierra mientra se ensalzaba la solidaridad de los vecinos del pueblo regalándote los productos sobrantes. Algo menos utópico era la propuesta de re-centrarse en el sector primario como motor económico de una economía hiperinflada. Pero las cosas no son tan simples.

La economía leonesa no ha sido netamente rural en los últimos 30 años. Podría estirar la cifra hasta los años 60 del siglo XX, para entender que los leoneses, en el conjunto de su economía, no vivían del campo aunque éste supusiera un peso importante en el conjunto de la economía, peso por otra parte menguante año tras año.

Si nos centramos en la provincia de León, apreciamos que por ejemplo en 1985 la agricultura suponía el 19,86% de la economía provincial. En el año 2012 ese sector primario se reducía al 4,15%, mientras que servicios e industria aumentaban año tras año su participación. Esa disminución también lo es en cuanto a agricultores, en 1989 había 59.283 titulares de explotaciones agrícolas mientras que en 2012 quedaban 8.200 titulares.

El sector agrario leonés, como el de cualquier otro de Europa, es dependiente en buena parte de las decisiones que se tomen sobre la Política Agraria común, conocida como PAC, y que determina en algunos casos incluso la rentabilidad o no de un cultivo en base a ayudas, cuotas de producción o incluso incentivo para el abandono del campo. En la actualidad, el 25% de los ingresos de un agricultor provienen de ayudas, al contrario que antes de la entrada en la Unión Europea donde ese porcentaje apenas suponía un 2%.

Para que ese campo tenga rentabilidad, el campo leonés se ha concentrado en las grandes explotaciones, tanto por superficie en la agricultura como en número de cabezas en la ganadería. Los pequeños huertos y las fincas medianas de poca producción son recuerdos del pasado o simple pasatiempo de fin de semana de sus dueños ya urbanitas. Hay mucho más, requisitos veterinarios e instalaciones mecanizadas para alimentación y/o ordeño, ventas mediante contratos con productoras cárnicas, compra de pienso...etc. en un agricultor la compra de maquinaria moderna, semillas certificadas, abonos, plaguicidas y pesticidas...una inversión cada vez más creciente para obtener rentabilidad. Es mentalidad empresarial, hablamos ya de empresas y productores agrarios a una escala para nada de pequeño agricultor ni humilde pastor.

Por lo tanto la propuesta de Gay de Liébana choca de frente con una realidad menos bucólica de la que se quiere enfocar por parte de algunos desencantados. Para tener una agricultura no solo abastecedora sino además rentable, se deben hacer grandes inversiones, lejos del alcance de un inversor pequeño. Hablamos tanto de tierras como de instalaciones, más luego su mantenimiento y posterior venta, añadiendo los lógicos riesgos del clima o enfermedades. Y eso sin considerar las posibles competencias de productos foráneos, como el caso de las legumbres, mayoritariamente importadas desde América, curiosamente por empresas leonesas que bien podrían abastecerse del mercado local. ¿Y por qué no lo hacen? simplemente porque ni hay producción suficiente y ésta no es rentable por mucha mejor calidad que tenga. Luego está el factor de la demanda del consumidor, que opta finalmente por la opción económica y no por la calidad la mayoría de las veces.

El campo no se abandonó por comodidad, sino porque no era rentable bajo el modelo antiguo de agricultura de supervivencia. El moderno de campo actual es empresarial, tecnificado y de altos rendimientos. Su vuelta, como salida a la crisis, no parece una opción ni rentable ni práctica.

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